Los irregulares de Tánger, (Ed. ALT autores, Bilbao, 2022) parte de un sustrato histórico cuasi-mitológico, a saber, que en diversos momentos de nuestro remoto pasado, no siempre muy integrador, a los aquí llamados irregulares se le ponía en una barca y se les libraba a la suerte de las aguas del mar: no cuesta imaginar que una de estas embarcaciones que transportaba tantos irregulares naufragó y logró llegar a Tánger.
Este texto se lee en la contraportada del libro de Santiago de Luca y si yo me atribuyera esta percepción y me presentara en una tertulia del Café Tingis pretendiendo haber leído el libro solo con la lectura de la contraportada estaría procediendo como el personaje de “EL solapero”, cuya irregularidad era leer las contraportadas de las novedades literarias para <<lograr un reconocimiento efímero y exiguo… dando una apariencia de erudición>>. No desvelaré cómo lo descubren.
Otro ejemplo de irregularidad pudiera ser Felipe, un andaluz que <<quería abarcar todo y lo más probable – nos dice el narrador en “Especialista en todo”- es que a lo largo de su vida practicara diferentes disciplinas con igual ineficacia… En algún momento, como era de esperar, desembarcó en Tánger>>.
Muchos otros irregulares desembarcaron en Tánger a lo largo de la historia. De un modo aleatorio (hay en este Volumen I 44 historias en 308 págs.), me permitiré señalar algunos de ellos y su tipo de irregularidad en palabras del autor. En “El buscador de argumentos”, Bald Carvalho << estaba imposibilitado para concebir historias. Llegó a Tánger impulsado por la búsqueda de argumentos o, mejor dicho, robar… Pero su irregularidad no era la vanidad, casi comprensible en un creador, sino la ausencia de ironía>>. En “El caminante de la calle México”, Silvestre <<adolecía de la irregularidad de la repetición extrema de los mismos hábitos>>. En “El soliloquero”, la particularidad de Joaquín era <<hacer más visible su inconsciente que su conciencia, es decir, que su interioridad se hacía exterior. No hablaba para los demás sino para sí mismo… Era un esteta>>. En “El rey de Portugal” << las más altas aspiraciones y reivindicar los lugares más prominentes del poder mientras se está casi en la indigencia es una de las formas de la irregularidad>>. En “La sobrina del sastre” <<cambiar en cada circunstancia diferente para ser lo que los otros están deseando encontrar es una de las formas más proteica de ser irregular>>. En “El infectado de sinonimia”, <<Jorge había llegado a Tánger en busca de la inspiración, pero la ciudad no puede dar lo que no eres, sino transformarte en lo que eres… y que puede confundirse con la literatura: poner palabras sobre palabras>>. Finalmente, en “El incausado”, narración que cierra el libro, tras la pregunta: <<¿Pero usted por qué vino a Tánger? ¿Es usted espía o tiene una novia o un novio por aquí?>>, el interrogado llega a negar todos los supuestos y la locura misma, y afirma: <<Yo soy la causa incausada, mi propio motor inmóvil>>.
Es decir, el creador. Su poética rechaza el realismo directo, porque no existe lo real, sino que lo real es la apariencia y una teatralidad recorre la ciudad tangerina por puertas misteriosas hacia una ontología de carnaval.
Santiago de Luca, el autor de Los irregulares de Tánger, en su largo periplo desde Argentina, su tierra natal (yo le conocí en El Cairo), desembarcó en la Ciudad Blanca y sintió una “especie de atracción magnética” y allí se quedó escuchando historias de irregulares para ofrecérnoslas en este singular libro lleno de gracia y estudio psicológico, en un friso de personajes que buscan el ser otro en otra tierra donde, <<respetando una ley no dicha, nadie [excepto quizás la policía], pregunta por qué ha venido y donde todo se acaba sabiendo>>.
Debo anotar aquí que, aunque el narrador utiliza una forma impersonal en juego con la leyenda (“se comentaba”, “se decía”, “algunos afirmaban”, etc.), no obstante fija la ubicación con tal precisión y conocimiento de Tánger que la temporalidad de la mayor parte de las historias es el presente. Baste acercarse al Bar Number One donde hay una mesa reservada para Los Conjurados de Tánger en donde el autor y otros amigos tienen su privilegiado espacio de tertulia y en donde, como se señala en “El capitalista ambiguo”, nace la idea de la creación de la revista SureS de la que Santiago de Luca es el director. Es también, pues, una obra en clave.
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