El meollo de la crisis en Ucrania

     En una publicación anterior reproduje la entrevista que le saqué a Jacinta Sánchez, mi amiga verdulera. Lo que dijo mostraba el estado de sensibilidad en que se encuentra el país con respecto a la guerra en Ucrania. Ella sigue con temor las noticias. Pero se dio cuenta del modo taimado que utilicé y, cuando volví a verla, me dijo: <<Y, bien, señor comentarista, ¿sabremos qué piensa usted de la guerra en Ucrania?>>.  Me sentí obligado.

     Empecé confesando que yo no puedo decir nada más que lo que deduzco de lo que llega a mis oídos y ojos desde los medios de comunicación. No tengo acceso a una información secreta o privilegiada. No tengo medios para un periodismo riguroso de investigación. Solo comento lo que otros dicen. Es decir, mastico la papilla. Y lo que yo veo y leo –y Jacinta era un ejemplo de mi modesto esfuerzo de estudio de campo (ya me gustaría  ser corresponsal de guerra pese a mis 78 años)- es que hay una campaña para sensibilizar y movilizar a la opinión pública ante las consecuencias de  la situación en Ucrania. Y me parece lógica. La unión es necesaria, imprescindible. La UE no puede enfrentarse a la amenaza de una gran potencia con una población o gobiernos divididos. El presidente Sánchez no se cansa de repetirlo y de afirmar que él está en el lado  correcto de la historia. El enemigo debe ser también focalizado con nitidez y evitando sentimientos de odio hacia el pueblo ruso. En este caso, se ha utilizado un argumento ad hominem: El enemigo es Putin, la guerra es de Putin. El agresor es Putin, como afirmó Joe Biden quien le califica de “dictador criminal” e insta a Xi Jinping, presidente de China, a que se coloque también en el lado correcto de la historia. La historia ha abrazado al fin a Biden y Sánchez y ojalá a Xi Jinping . Es admirable esta sintonía, como lo es la cobertura mediática y la presteza en el envío de armas a los heroicos resistentes. La ayuda a los refugiados ucranianos es de medalla, y oportuna la respuesta económica de los gobiernos occidentales con las sanciones a Rusia, así como inteligente no mandar soldados al suelo ucraniano ni crear una zona de exclusión aérea como pretendía Zelenski. A todo me sumo.

    En este punto, le tuve que recordar a Jacinta las características históricas que rodean a esa región oriental de Europa donde nace la actual Rusia del Rus de Kiev en el siglo IX hasta la caída de la URSS en 1991. En esta reciente fecha se le  garantizó a Gorvachov que la OTAN no se extendería más allá de las fronteras salidas de la IIGM, siendo el caso que se ha extendido a 10 países de la antigua URSS desde entonces. Es lo que, por ejemplo, nos recuerda, por experiencia en primera persona, nuestro ex-ministro de Asuntos Exteriores García Margallo en declaraciones televisivas. Nobleza obliga. Y el catedrático Florentino Portero, de la Universidad  Francisco de Vitoria, reafirma este extremo en una conferencia (¡de hace siete años con ocasión del conflicto en Crimea!), para concluir que Rusia jamás dejará fuera de su influencia al eje que forma el istmo mar Báltico-mar Negro dentro del cual se encuentra Ucrania. <<¡Jamás!>>, enfatiza. Según él, por una cuestión étnico-lingüística y cultural, no menos que imperialista y hegemónica. No es una buena predicción, pero es sine die. El límite ahora de esta expansión ha sido la posibilidad de que Ucrania se adhiera a la OTAN.

     Pero soy optimista, le dije a Jacinta concluyendo. Dado que los dos bloques son liderados por burguesías liberales que necesitan el comercio, que es su razón de ser, acabarán deteniendo esta guerra asimétrica y de coro informativo y se evitará la amenaza de una destrucción atómica que acabaría hasta con el susuncorda. No en balde el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha declarado recientemente que su país no entrará en la OTAN. Por ahí pudiera haber empezado el guión este actor que ha pasado de la comedia a la tragedia que nos  golpea en el bolsillo y la psiquis y el corazón como un boomerang.

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