Archivo mensual: febrero 2015

España va bien y yo tampoco

Una cosa así dijo el economista Juan Torres. «Yo» es un ciudadano de a pie como usted, que probablemente habrá escuchado a   Rajoy en el Debate de la Nación tan asombrado como yo. ¡Entonar una marcha triunfal entre los gritos y lamentos de millones de desposeídos! ¿Pero es que este hombre no sabe hacer una autocrítica? ¡Habrá que sacarlo a la calle y corregirle las dioptrías¡ Olvídese de desmentirles afirmaciones puntuales, como que sus políticas austericidas han logrado una sociedad más equitativa, cuando somos el país donde más han crecido las desigualdades en la UE durante la crisis. De estas lindezas ha soltado muchas, como decir que no ha recortado servicios sociales. Fíjense en la premisa de su conclusión después de hora y media de empalagosa complacencia: “Si estamos mejor, es porque hemos hecho una buen política. Eso es así.” Retundo. ¿Pero quién dice que estamos mejor? Él, y usted y yo tampoco. “A los españoles hay que decirles la verdad y hacer políticas razonables”. Rajoy tiene valor de mentar la verdad en la boca del mentiroso. Ese valor esta acuciado por el miedo, es una huida hacia delante que le hace advertir: “Lo mismo otros pueden hundirnos en el paro y en la ruina”. Esos “otros” aludidos son los “demagogos” que hacen promesas que no pueden cumplir. Tampoco pueden responderle en el Parlamento. Parecía que hablaba a fantasmas. ¿Un fantasma recorre Europa? Será la sombra de la Merkel. Fíjese en la debilidad de sus argumentos para solicitar otro mandato: “Todo lo que hemos conseguido se puede disolver como un azucarillo en el agua. Esto es muy importante. Lo ganado es frágil y se puede perder en meses por veleidades ideológicas o simples veleidades.” Es el recuso al miedo. Pero da aún más miedo la fragilidad de sus logros y la vanidad ciega con que los envuelve. Se le podría decir eso de mucho ruido para tan pocas nueces. ¿De modo que lo ganado es poco y frágil? Entonces, ¿por qué aplauden tanto los de su bancada? Un guiño al pueblo, que es el verdadero pagano de la crisis y de sus políticas: sobre él se ha establecido “una base para el futuro”. Cierto: este hombre se ha alzado a la altura del liliputense sobre un montón de miseria. Pero en el futuro ya le responderá el pueblo. Una cosa ha dicho más cierta: “El empleo es la piedra angular”. Toda su disertación de simplista retórica estuvo basada en esta verdad dirigida a los cinco millones de desempleados con la promesa de rescatarlos. Es el señuelo con los que atraen al hambriento. ¿Cuántas veces lo hemos oído? Lo que no creemos -ni él ni usted ni yo tampoco- es que sus políticas puedan proporcionar un empleo digno. Ni en tres años ni en veinte. Así es que Rajoy no debería haber dicho que “estamos en el final de un acto, no de la obra”. Debería haber dicho que estamos cerca del final de una tragedia y de su obra política.

 

 

 

 

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El ladrón Procusto

Cuenta una leyenda griega que existió en el Ática un bandido que daba posada a los viajeros y les ofrecía tumbarse en una cama de hierro y que, cuando estaban dormidos, los amordazaba y ataba a las cuatros esquinas. Si la víctima era de mayor tamaño que la cama, el sádico Procusto le serraba brazos y piernas; si era más grande, la descoyuntaba hasta estirarla. El cuerpo tenía que adaptarse a las medidas de la cama. El mítico Teseo, rey de Atenas, liberó a los atenienses de aquel castigo.

Procusto es la imagen del neoliberalismo. Es el hombre quien tiene que adaptarse al sistema capitalista no a la inversa. Margaret Thacher, gran devota de esta teología (Edmund Burke consideraba que las leyes del mercado eran “leyes de Dios”), lo expresó así: “La economía es el método. El objetivo es cambiar el alma”, y proclamaba que “no hay otra salida”. Las políticas públicas deben ceder al interés de los mercados, que son el fin en vez de un medio para satisfacer las necesidades humanas. Max Weber, nada radical, capturó este espíritu duro observando que “la absoluta despersonalización de los mercados es contraria a la más elemental forma de relación humana.” La justificación, por la que se comulga con esta rueda de molino, es la promesa de la creación de empleo y el mantra de que la eficiencia de los mercados puede ofrecer la mejor vida posible a la gente.

Sin embargo, la realidad es que la Bolsa premia a las corporaciones cuando eliminan empleos. La verdad es que el beneficio, en vez del empleo, es la primera prioridad de los líderes empresariales. Lo cierto es que nadie se pregunta por qué las horas de trabajo no se han reducido a pesar de la mayor capacidad productora de la tecnología, ni cómo se puede reconciliar la mayor precariedad del empleo y la disminución de los salarios con la supuesta eficiencia del mercado. Y la verdad de las verdades es que las instituciones (como ahora le llaman los griegos a la Troika), controladas por las multinacionales, dictan la macroeconomía a través de las políticas monetarias – la cantidad de crédito en circulación- que mantienen el nivel de empleo para la mayor obtención de beneficios. Digámoslo claro: el objetivo de los Bancos Centrales es apoyar el crecimiento a largo plazo (casi a los plazos de Rajoy), minimizar la inflación y promover la estabilidad de los precios, no lograr el pleno empleo. De hecho, el pleno empleo es el enemigo número uno.

Uno de los mecanismo para evitarlo es restringir el crédito. ( Incluso se pueden mantener bajos los intereses porque, por efectos de la globalización, si los trabajadores demandan subidas salariales, el capital deslocaliza la empresa.) Ya en 1920, Keynes vio las consecuencias de la restricción del crédito para reducir los medios financieros a los empleadores y aumentar el desempleo… “hasta que los trabajadores acepten los recortes de los salarios bajo la presión de los duros hechos.” Y añade: “Los trabajadores resistirán tanto como puedan; y habrá guerra, hasta que los que sean económicamente más débiles sean derrotados”. Harry Johnson, un profesor conservador de la Universidad de Chicago, en 1966 ofrece una evaluación honesta del caso: “el evitar la inflación y mantener el pleno empleo puede ser considerado como el conflicto entre la burguesía y el proletariado”. Es la versión moderna de la lucha de clases

Y en esas estamos: ajustando el cuerpo social a la “cama” neoliberal. Solo que el método es más sofisticado que el empleado por Procusto: se trata de inculcar en el trabajador la idea de que, fuera del mercado, sería tan indigente que no tiene otra elección que bajarse los pantalones. Y da resultado: el obrero no tiene más que su fuerza de trabajo, los sindicatos se han reducido a la insignificancia, y la negociación colectiva ha sido eliminada. Hay que dejarse atracar pues y rezar a este becerro de oro.

 

 

 

 

 

 

 

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Consecuencias de la libertad de expresión

En los atentados de Copenhague, un civil gentil y un judío han sido asesinados y varios policías heridos a manos de un individuo que fue descrito por la policía, en un primer momento, como de “aspecto árabe”. El sospechoso ha sido abatido por la policía y su nombre no se ha dado a conocer. La primera ministra danesa Helle Thorming-Schmidt ha declarado que no se trata de una guerra entre el Islam y Occidente, pero que hay fuerzas que quieren dañar a Dinamarca y reprender su libertad de expresión. De nuevo el debate está servido.

Quizás sea oportuno señalar algunas circunstancias del caso. Las víctimas se produjeron en dos ataque: el primero ocurrió en un acto en el café Krudttoenden con el tema de “Arte, blasfemia y libertad de expresión” y el segundo en una sinagoga. La secuencia de los atentados es parecida a la que se produjo en París el 7 de enero de este año en la sede de Charlie Hebdo y en el supermercado judío. Todo hace pensar pues que el objetivo era el artista sueco Lars Vilks, quien caricaturizó a Mahoma en 2007 dibujándole con cuerpo de perro en el diario Jyllands-Posten, lo que le acarreó una fatua de al-Qaeda de Irak con una recompensa de 100.000 dólares a quien le “degollara como un codero”. Lars Vilks está a salvo, pero desde su caricatura blasfema para los musulmanes ha sufrido amenazas, el intento de incendiar su casa, agresión en la universidad de Upsala, complot para asesinarlo (como el de Jihad Jane que cumple 10 años de prisión en Filadelfia), y este ataque en el café de Copenhague. El mismo Lars Vilks, a quienes medios como el New York Times y Liberation, entre otros, califican como un provocador, ha declarado que él era el blanco del ataque, denuncia que no se difunde su obra por temor a las represalias: confiesa que su intención no es ir contra el Islam, pero que “no hay nada tan sagrado que no se pueda ofender”.

Las actividades para defender la libertad expresión de Vilks son diversas. No hace mucho asistió a una conferencia en New York organizada por SION, (actual Jerusalén y siglas en inglés de Stop Islamization Of Nations y traducido por “Detener la islamización de las naciones”) y dirigida por Pamela Geller, Robert Sepencer y otros miembros conocidos por su islamofobia.

En el café de Copenhague atacado estaba Lars Vilks acompañado por Hellen Marete Brix, Vive Max Jense, e Inna Shevchenko, activistas del grupo feminista FEMEN. No hace mucho Shevchenko protagonizó un momento estelar en una entrevista en la televisión árabe Al-Jazeera cuando la entrevistadora le preguntó qué era mejor para la mujer el desnudo o la paranja, y la ucraniana, nacionalizada francesa, se quitó la camiseta y desnudó sus pechos para deshacer los “prejuicios medievales”. Cortaron la emisión, que siempre es mejor que cortarle el cuello.

Y, en este tinglado, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha hecho un llamamiento a los judíos europeos para que emigren masivamente a Israel porque “Israel es su casa”. Ante llamamiento tan alarmante uno no sabe qué pensar.

 

 

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