Una cosa así dijo el economista Juan Torres. «Yo» es un ciudadano de a pie como usted, que probablemente habrá escuchado a Rajoy en el Debate de la Nación tan asombrado como yo. ¡Entonar una marcha triunfal entre los gritos y lamentos de millones de desposeídos! ¿Pero es que este hombre no sabe hacer una autocrítica? ¡Habrá que sacarlo a la calle y corregirle las dioptrías¡ Olvídese de desmentirles afirmaciones puntuales, como que sus políticas austericidas han logrado una sociedad más equitativa, cuando somos el país donde más han crecido las desigualdades en la UE durante la crisis. De estas lindezas ha soltado muchas, como decir que no ha recortado servicios sociales. Fíjense en la premisa de su conclusión después de hora y media de empalagosa complacencia: “Si estamos mejor, es porque hemos hecho una buen política. Eso es así.” Retundo. ¿Pero quién dice que estamos mejor? Él, y usted y yo tampoco. “A los españoles hay que decirles la verdad y hacer políticas razonables”. Rajoy tiene valor de mentar la verdad en la boca del mentiroso. Ese valor esta acuciado por el miedo, es una huida hacia delante que le hace advertir: “Lo mismo otros pueden hundirnos en el paro y en la ruina”. Esos “otros” aludidos son los “demagogos” que hacen promesas que no pueden cumplir. Tampoco pueden responderle en el Parlamento. Parecía que hablaba a fantasmas. ¿Un fantasma recorre Europa? Será la sombra de la Merkel. Fíjese en la debilidad de sus argumentos para solicitar otro mandato: “Todo lo que hemos conseguido se puede disolver como un azucarillo en el agua. Esto es muy importante. Lo ganado es frágil y se puede perder en meses por veleidades ideológicas o simples veleidades.” Es el recuso al miedo. Pero da aún más miedo la fragilidad de sus logros y la vanidad ciega con que los envuelve. Se le podría decir eso de mucho ruido para tan pocas nueces. ¿De modo que lo ganado es poco y frágil? Entonces, ¿por qué aplauden tanto los de su bancada? Un guiño al pueblo, que es el verdadero pagano de la crisis y de sus políticas: sobre él se ha establecido “una base para el futuro”. Cierto: este hombre se ha alzado a la altura del liliputense sobre un montón de miseria. Pero en el futuro ya le responderá el pueblo. Una cosa ha dicho más cierta: “El empleo es la piedra angular”. Toda su disertación de simplista retórica estuvo basada en esta verdad dirigida a los cinco millones de desempleados con la promesa de rescatarlos. Es el señuelo con los que atraen al hambriento. ¿Cuántas veces lo hemos oído? Lo que no creemos -ni él ni usted ni yo tampoco- es que sus políticas puedan proporcionar un empleo digno. Ni en tres años ni en veinte. Así es que Rajoy no debería haber dicho que “estamos en el final de un acto, no de la obra”. Debería haber dicho que estamos cerca del final de una tragedia y de su obra política.