Archivo mensual: enero 2021

Un grito de indignación

Ante la utilización de la  vacuna del Ciovid.19 fuera  de todo protocolo, legitimidad, ética, moralidad y derecho,  no es posible callar. No es posible. Una tempestad de indignación debe correr por las  venas de todo  hombre de  bien. Porque  aún hay hombres de bien, humildes, sencillos, rectos,  y  este atropello no tiene justificación posible. No es la condición humana. Es que en nuestra sociedad hay bestias con forma humana. Bestias que sacan  sus instintos de supervivencia no controlados por el sentimiento y la cultura, y arrebatan derechos, burlan éticas, corrompen morales,  violan leyes, con un desprecio total por la vida de los otros. Porque es la vida o la dignidad lo que está  en juego. La sociedad justa, solidaria, o la corrupción más miserable.  ¿Por dónde empiezo?  Las  entregas de vacunas se ven entorpecidas por la  rapacidad sin escrúpulos de las empresas productoras farmacéuticas en busca de un mayor beneficio y cunde el pánico. ¡Primero yo! En otros momentos es el pan. ¡Primero yo! Otra vez es el lujo. ¡Primero yo! ¿Quién ese yo? Es un ellos. No uno ni dos. Son los mismos de siempre. Los que siempre quieren más, aún a costa de la vida de otros. Los conocéis. Son  los que pueden tanto irse a un hotel de lujo a un país  donde incluyen en el precio la vacuna salvadora  como aprovechar su posición de privilegio para inoculársela. A veces, si no siempre, una posición social y económica otorgada por el mismo pueblo que ahora sufre la desigualdad y la afrenta.  Esa ingratitud es una infamia. El darwinismo más cruel, más descarnado, se entroniza en estos momentos. Las diferencias de clase y estatus muestran su verdadero y cruel rostro. ¿Y dónde está el Gobierno, dónde la Ley, dónde el castigo?  ¿Y dónde están los otros, los que sufren este robo, esta vileza? Si el rechazo más rotundo no nos levanta de nuestros asientos, si no alzamos la cabeza  atemorizada,  si no nos asomamos a  nuestras ventanas y protestamos, ¿quién nos podrá amparar, a quién podremos quejarnos? ¡Al ladrón! ¡Al ladrón!, es el grito.

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El Gran Pogromo

      

      Un  27 de enero de 1945 el Ejército Rojo liberó el campo de extermino de Auschwitz -Birkenau. Este día fue elegido por la ONU  para  recordar a las víctimas del Holocausto, es decir, el genocidio del pueblo judío a manos de los nazis. Pero cualquier momento es bueno para recordar el  Holocausto porque tiene raíces en el inmenso pogromo que ensangrentó la conciencia histórica europea. Los nazis no inventaron los pogromos de judíos (la palabra es rusa), sino  que condensaron en el Holocausto (la Shoah, para los hebreos), la infamia  de siglos. Jan T. Gross, estudioso de los pogromos en Polonia, donde se encontraba Auschwitz, señala que el antisemitismo estaba profundamente arraigado  en los  prejuicios medievales relacionados con los asesinatos rituales, y la complicidad de la población no se puede hoy discutir.  Gross se refiere a los rituales  de supuestos asesinatos de niños cristianos por judíos. José Mª Percival data hacia 1171 el primer rapto en Europa de un niño cristiano el viernes santo para crucificarlo y beber su sangre. El pogromo que seguía iba acompañado de la apropiación de los bienes de los judíos. Gross recoge un caso que puede dar la dimensión de la tragedia: La señora  Rozenstein  denuncia en 1945, al volver de Rusia a donde huyó de los nazis: <<Le  dejé a la vecina Chrapezska dos enredones y cuatro almohadas para que me los guardara y se niega a devolverme ahora mi propiedad>>. El juez ordena: <<Adjudicar el caso, incluso si está ausente >>.  La señora Rozenstein estaba ausente: había huido de nuevo para salvar la vida.

En España tenemos los nuestros. Llamativo es el de 1480, recogido el supuesto crimen en versiones literarias, por ejemplo en El niño inocente de la Guardia por Lope de Vega. La confesión, bajo tormento de la Inquisición, de  Yucé Franco pone el pelo de punta: Lope Franco azotó al  niño y Alfonso Franco les abrió las venas de los brazos y le dejó estar así más de media hora desangrándose, cayendo la sangre en una tosca altamia amarilla… Juan Franco le pasó por el costado un cuchillo bohemio… (Mejor no seguir con esta declaración de Yucé Franco, natural de Tembleque). En 1491 los declarados culpables (la mayoría al parecer judíos conversos) fueron quemados en la hoguera y los bienes que se les confiscaron destinados a financiar la construcción del  monasterio de Santo Tomás de Ávila que se terminaría el 3 de agosto de 1493, poco antes del Edicto de Granada por el que se ordenaba  la expulsión de todos los judíos de España.

Lo terrible del caso es que al final de los ´60 coincidí con las fiestas patronales de la ciudad manchega y seguí  como curioso turista una comitiva que, en la oscuridad de la noche, portando teas encendidas y con el alcalde a la cabeza, iba de puerta en puerta preguntando: <<En el nombre de  Cristo, ¿hay algún judío en esta casa?>>. La respuesta del vecino era: <<No lo quiera Dios ni Su Santa Madre Iglesia>>. Quinientos años después seguían a la caza de judíos.

Quizás este recuerdo no nos sea tan grato  ahora, pero el recordarlo puede servirnos para no tener que volver a lavarnos las manos. ¿O ya hemos olvidado la Triada del Mal: Judíos, comunistas y masones que amenazaban a España?

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La equidistancia, lo fácil y lo difícil

El otro día presencié un cara a cara en televisión entre Errejón (cofundador de Podemos y fundador de Mas Madrid) y García Margallo (refundado en el PP desde Alianza Popular). Era la ocasión de  aprovechar el  asalto al Capitolio  de EEUU para darle un repaso a los populismos.  Lo que Errejón dijera era sabido: los populistas tienen respuestas fáciles para problemas difíciles. Es un tópico. Los otros no, los otros  tienen problemas difíciles que resuelven con respuestas fáciles. O como  lo grabó en oro un tycoon en su despacho.  Donde no hay solución no hay problema. Pongamos un caso modélico: Que había que despedir a un empleado, pues el tycoon  lo despedía. ¿Ven? Ya está: una respuesta fácil. Para el empleado era un problema. El problema del tycoon sería si no pudiera despedir o abaratar el despido del empleado, cosa que no suele pasar porque lo resuelven fácilmente a través de una legislación económica que determina un “marco” basado en la libre competencia y en la coordinación de los planes de los agentes económicos por el mecanismo de los precios y el control de la inflación. El pleno empleo no está en la agenda. ¿Ven? Un problema difícil resuelto con una respuesta fácil.

Si el debate se acalora y usted le pida más aclaración, te responden con suma facilidad: Vivimos en un Estado derecho, cuya función es mantener el derecho privado. Margallo se amparó en las cuatro libertades clásicas para justificar el sistema: libertad de elección, de reunión, de credo y de mercado. Chomsky añade una quinta libertad: la libertad de explotar los unos a los otros, pero es una respuesta fácil; y, si el  trabajador pide leyes que le amparen, eso es populismo o algo peor y el votante huye asustado hacia un “valor refugio” ante el difícil problema de un enfrentamiento directo entre las clases.

 Así es que el sistema está como rodeado: por un lado los populismos de derechas y, por otro, los de izquierdas. Para García Margallo a efectos prácticos son lo mismo.  ¿Lo mismo Trump que Maduro?  Podría equipararse socialismo/ comunismo a fascismo/ neoliberalismo, pero  mejor dejarlo así de momento. Entre los dos populismo está, según el señor Margallo, el liberalismo democrático, que es donde él se sitúa.   Pero ¿qué liberalismo, porque no es  lo mismo el de Adam Smith que el de Milton Friedman? No entra en el tema ni se sale de la Constitución.  Defiende la “economía social de mercado”,  un término de  A. Muller-Armack, que era ordoliberal.   ¿Puede explicar el ordoliberalismo?  Porque ocurre que la economía social de mercado no es tan social ni el mercado tan democrático. Según  Laval y Dardot, es lo opuesto  al Estado del bienestar. El Estado y los agentes económicos tensan el sistema y a aquel se le adelgaza o se le estira, según.  Es lo más fácil. Miren ahora, que está a punto de reventar entre salvar la economía o la salud. En cuanto a lo democrático, ¿cómo lo desigual puede producir lo igual? Pregúnteselo al  tendero  vecino que tiene  que competir con  Mercadona. La competencia crea  la desigualdad. Para Marx Weber, nada populista, el mercado es “una absoluta despersonalización contraria a la  más elemental forma de relación humana”.

Y, como este comentario no debe estirarse más, las mejoras sociales después de la II GM hace tiempo que se acabaron y García Margallo debería buscarse otros argumentos para explicar la realidad.

                                                                               

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Trump: la política como negocio

Que un espacio institucional donde se reúne el poder político sea asaltado no es nada insólito. El  intento de derrocar un gobierno por la fuerza tiene ese objetivo simbólico. Nosotros  tenemos el caso del general Pavía, que se dice entró a caballo en el hemiciclo de las Cortes  allá en el  X IX; más recientemente,  el teniente coronel Antonio Tejero, pistola en mano el 23 F. Otros intentos  más transcendentes y notorios pudieran citarse: el Palacio de Invierno en Petrogrado por los bolcheviques,  el incendio de Reichstag en Berlín  por Hitler, el bombardeo del Palacio de la Moneda en Santiago de Chile por Pinochet;  el cañoneo de la Duma en Moscú por Yeltsin…  Acciones violenta que cambiaron el curso de la historia.

Pero llamar golpe de Estado a lo que ha hecho el presidente de EEUU Donald Trump es una exageración.  Este empresario se subió a su púlpito frente a la Casa Blanca cuando se iba a votar  la candidatura  electa  de su rival político Joe  Biden y arengó a una turba de iluminados para que marcharan  hacia el Capitolio en  protesta, al considerar que fue derrotado  en unas elecciones fraudulentas. Los norteamericanos creen lo que ven en la televisión o leen en twitter  y no creen que los humanos descendemos del mono, aunque crean lo que dice Trump. Algunos  de estos devotos, como Jack Angeli, del grupo ultraderechista nazis Qanon, iba disfrazado de chamán y otros pues en traje de faena o de paseo  con su gorrita de beisbol con la  marca Trump.  Esto es indicativo, pues, aunque la Guardia Nacional levantando inquietud se retrasó más de lo debido en su misión de salvaguardar edificio y congresistas,  no parece que hubiera detrás más apoyo que la de su propio ego y la idolatría de sus adeptos. Detrás estaba Trump. El negocio Trump.

Ya en vísperas de las elecciones de 2016, cuya  victoria no creía alcanzar  él mismo ni el mismo Steve Banon, que era el asesor de la campaña y ahora organizador de una rama de la internacional neofascista, Trump afirmó que, “incluso perdiendo, ganaba”. De aquí le viene eso de que Él no pierde nunca. Lo suyo era montar su propio show, que es lo que hacía en la cadena NBC con su programa “Aprendiz”, alcanzar popularidad y vender su nombre para un club de golf o un rascacielos.  La inesperada presidencia  le ha ido agrandando el ego y la cartera al nivel de la desesperación de la gente por el fracaso del neoliberalismo, y asustar incitando a asaltar el Congreso es como hacer un eagle en una partida de golf creo yo que ha sido su jugada. No sé si le impicharán (¿se dice así?), le cesarán o dimitirá, aunque se debería hacer todo junto ¡ya!, porque ese hombre, resentido,  tiene el botón rojo del disparo atómico a su alcance y sienta un  precedente que habría que sancionar.

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Para cuándo un nuevo año

Hay que empezar el 2021 con esperanza y optimismo. Es lo que se vende. El derrotismo no salva a los pueblos. La vacuna es la esperanza de momento y a ella me apunto. Luego, me apuntaré a las colas del  auxilio social. Como millones en el ancho  mundo. Una sopa bien caliente y a tirar para adelante, que es lo que hay. No es que yo sea un cínico ni un negacionista de la pandemia. Ando con mascarilla, me lavo las  manos con jabón hidroalcohólico más veces que Poncio Pilatos (soy inocente) y guardo  las distancias prescritas.  En realidad, huyo todo lo que puedo de mis semejantes. Es una especie peligrosa, la humana. No solo transmite el virus con su inconsciencia, sino que lo ha hecho posible por  su relación depredadora con la Naturaleza y sus hábitos alimenticios y estructuras de producción y comercio. Así  es que me confino voluntariamente. Me trago todo lo que me echan en la televisión, desde datos epistemológicos y las trifulcas de las que viven los políticos a anuncios de cosmética y el precio de los langostinos.  Vivo una vida virtual. A  veces, tengo la sensación de que contemplo otro mundo.

La otra tarde me entretuve con un documental sobre la vida de la Tierra y recordé que, en tiempos más felices, yo me asomé al borde del cráter de Barringuer. Está cerca de Flagstaff, en Arizona, donde los indios navajos se reúnen anualmente en su Festival de danzas y cantos de celuloide. A la luz de la Luna es un espectáculo que parece magia: recrean un mundo perdido hace siglos.  La ingente cantidad de personas que acude por curiosidad o nostalgia evacuan sus necesidades fisiológicas en letrinas apestosas montadas para la ocasión en los alrededores del estadio de fútbol donde celebran el evento.  A unos pocos kilómetros de allí se estrelló  hace 50 millones de años el enorme  meteorito que produjo un cráter de 175 metros de profundidad; y, desde aquella Luna, ese mismo año de 1969 una creatura de la especie homo sapiens sapiens, subida en un artilugio espacial,  podía contemplarnos y hacernos fotos.   En los restos de ese meteorito formado por la acumulación de polvo solar se encuentran los minerales y los aminoácidos que crearon las montañas, los ríos, los animales y  el plátano que le echamos al mono en el zoológico. Los mismos indios navajos viven en reservas, como los monos en sus jaulas.  Se alimentan de ayuda estatal, como muchos de nosotros hoy en día.  Al fin y al cabo tenemos un origen común. Los geólogos, tras el estudio de los restos del meteorito de Barringuer, han calculado  la edad del planeta que habitamos:  unos 4, 500 millones de años y, aunque tardamos en la evolución, ya hoy podemos ver lo invisible gracias al microscopio electrónico, como el Covid-19, y lo inalcanzable a través de telescopio Hubble, que gravita más allá de la atmósfera terrestre y muestra que somos menos en el universo que una gota de agua en el océano, y aún nos queda tiempo para lo más tierno y  desconcertante: con la consiguiente alegría de los veterinarios,  poner una prótesis de plástico, creada por una impresora 3D, a un  tucán que se le había roto el pico y no podía comer…  Pero aún no hemos evitado que la gente se muera de hambre.

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