Spielberg, los Óscar y la realidad

Dentro de las películas candidatas a los Óscar de 2013, Steve Spielberg opta con 12 denominaciones con Lincoln. Pese a la veneración que se siente por este personaje histórico que evitó la secesión de su país y puso fin a la esclavitud, Spielberg levanta algunas dudas. El juego de Lincoln entre estrategia militar y política es parte fundamental de la intriga de la película. Y con razón. En 1858, en la campaña al Senado, Licoln afirmó en Charleston, Illinois: “Diré, pues, que no estoy, ni nunca he estado, a favor de equiparar social y políticamente a las razas blanca y negra; que no estoy, ni nunca he estado, a favor de dejar votar ni formar parte de los jurados a los negros, ni de permitirles ocupar puestos en la administración, ni de casarse con blancos”. En el discurso inaugural a la presidencia, marzo de 1861, afirmó apaciguador: “No tengo el propósito de interferir, ni directa ni indirectamente, en la institución de la esclavitud en los estados donde existe”. La guerra civil estalló no obstante, pues sus motivos eran sobre todo económicos. En 1862, en pleno fragor de las batallas, en respuesta al director del Tribune de NY, escribió Lincoln: “Mi objetivo primordial en esta lucha es la salvación de la Unión, y no el salvar ni destruir la esclavitud. Si pudiera salvar a la Unión sin liberar a ningún eslavo, lo haría; y si lo pudiera conseguir con la liberación de todos los esclavos también.” Lincoln dejó bien claro cuáles eran sus prioridades y por qué propuso y defendió la Decimotercera Enmienda que abolió la esclavitud, utilizando argucias políticas, el soborno a congresistas y la prolongación del conflicto. Pese a todo, Abraham Lincoln es un gigante, pues desde cualquier perspectiva el fin justificaba los medios, y el acierto de Spielberg en la era Obama es evidente.

En la financiación de los partidos políticos, imitar a USA

Pese al guirigay que se ha montado con lo de Bárcenas-Gürtel, de ser cierto, no creo que se devuelvan los dineros ni ningún político dimita. Pero, incluso si ni siquiera nadie dimite, la cosa es más grave porque no sé cómo alguien que no paga impuesto puede convencer a los contribuyentes para que los paguen. Peor aún es la financiación ilegal de los partidos políticos y, de no corregirse esta perversidad, puede que se acabe la fe de la gente en el sistema democrático. Y hay que tener representantes democráticos. En esto no hay duda.

En deuda con un targuí

Los conflictos que se están viviendo en Malí y Argelia, me traen a la memoria la vieja deuda contraída con un targuí en la soledad del desierto argelino. Fue en 1990, cuando se iba a celebrar la Cumbre Tamanrraset III convocada por el Movimiento de Liberación de la Azawad. Aún tengo vivas las exóticas imágenes de los manifestantes recorriendo pacíficamente las calles a lomos de sus dromedarios. Unos días más tarde, en la pista que conducía a Bordj-Moktar encontramos a Moussa, que se quejaba de la “violación de sus derechos tuareg” con susurrante voz, mientras encendía fuego en la cálida arena usando como combustible un montoncito de excremento animal y nos ofrecía ritualmente un té espeso y amargo.
-Digan lo que están haciendo con nosotros –nos rogaba.