Hay un miedo y un lamento desgarrado que recorre Europa. Viene del Sur. Hay un cadáver flotando muy cerca de la playa donde tú te bañas. Frente a ese cadáver y otro más al fondo que ya nunca verás, se levantan muros de espinos que tratan de contener a la marea humana que huye desesperada de guerras y hambres. Es inútil. Las fronteras se deshacen a plena luz del día. Son miles, cientos de miles. No se dan abasto los Estados ni las ONGs a atenderlos ni a cavar sus fosas. Dejan Grecia, Italia, Hungría… Si subes para arriba, para las tierras fértiles y las tupidas arboledas de Europa, los encuentras en los caminos perdidos y en la frías vías férreas sin fin, en los rastrojos dorados y en las cunetas sombrías, en los cultivos y en los caseríos… o asfixiados en un camión que los trasportaba como ganado humano. Son miles, cientos de miles. Vienen de Libia, de Siria, de Irak…, países hace unos unos años estables a su modo y ahora sumidos en caos y destrucción.
Pero un día el dedo imperial sentenció: Sadam Hussein ya no nos sirve, al-Assad debe irse, Gadafi ha de morir, Teherán tiene que cambiar de régimen… Todo el mundo árabe desde el Magreb hasta el Gofo Pérsico arde hoy en un incendio que avienta a estos seres atrapados en guerras civiles donde los intereses económicos azuzan al fanatismo religioso y las diferencias étnicas. Es un incendio pavoroso. Nos llegan ahora, como pavesas, esas almas desprendidas de su cuerpo social, de sus tierras, de su lengua y cultura, y el ultranacionalismo xenófobo europeo afila los cuchillos. En la UE hay veinte millones de parados, cincuenta millones de pobres, cinco millones de personas sin techo.¿A dónde van estos desgraciados? El capital ya no necesita más excedentes de mano de obra. Se acabó la fiesta multicultural. ¡Vuelvan a sus ruinas! ¡No ensucie con su cadáver mi playa!. En Alemania se asaltan centros de acogida. En Francia el Frente Nacional se prepara para tomar el Eliseo. En Hungría se levanta una frontera imposible. En Italia hay un haz de flechas preparadas. Y en Grecia Amanecer Dorado espera agazapado en el ocaso de la democracia. Su tú creas el caos, recibirás el horror.
Hay que tomar medidas, sí. La ONU considera que es ya la mayor ola de refugiados desde la II Guerra Mundial. ¿Refugiados o inmigrantes? Ya nos confundimos. Tal vez llamábamos inmigrantes a lo que eran refugiados.¿O es que en ese Sur subsahariano o en Latinoamérica o en Asia no hay una guerra continúa contra el hambre? ¿O es que el hambre no mata y más lentamente que la guerra? Hambre y guerra se complementan: son dos formidables jinetes del Apocalipsis. ¿Apocalipsis, digo? Que busquen el Anticristo.