Archivo mensual: agosto 2021

Remake

(Este artículo es una reestructuración y condensación del artículo «De Afganistán a Somalia»)

En la película  danesa A war (2015), de  Tobias Lindholm, se plantean los problemas éticos de la guerra en Afganistán (y en otras por extensión). En una primera escena, al comandante Claus Pedersen le pregunta un soldado traumatizado por la guerra:<<¿Qué hacemos aquí?>> El comandante calla. Luego, en el intento de salvar la vida de uno de sus soldados, la decisión del comandante Pedersen de bombardear un objetivo no militar con el resultado de varios civiles afganos muertos, le conduce a ser juzgado en Oslo por crímenes de guerra -algo  impensable en la ficción o realidad norteamericana. Pedersen es absuelto por las declaraciones solidarias de sus camaradas, pero Lindholm en la última escena presenta al militar sentado en la terraza de su casa, libre, a solas en la noche con su conciencia y hace que se pregunte el espectador: ¿Qué hacen allí los occidentales realmente? Joe Biden nos responde en la retirada de Afganistán: <<No fuimos a instaurar una democracia, sino a luchar contra el terrorismo y hemos cumplido la misión>>.

  Los focos de terrorismo, según  el presidente Joe Biden, están hoy en otros escenarios. Por ejemplo, en Somalia  donde ya fueron coaligados en ayuda humanitaria unicense y tuvieron que salir en 1995 por un  levantamiento popular en Mogadiscio  reprimido con una masacre. (La película Black Hawk Down de 2001 recrea esta batalla que obligó a retirarse a los norteamericanos). El general Zinni, que dirigió la retirada, definió el “efecto Mogadiscio”  como <<la necesidad de ser más prudentes cuando decidamos implicar nuestro ejército y el por qué, y tener una clara idea de lo que podemos hacer y no hacer y si es en nuestro interés, o si podemos disponer de los recursos que hagan posible los objetivos>>, (frontline/shows/ambush/interviews/zinni). No parece que aprendieran la lección. Volvieron y Joe Biden ha intensificado en Somalia los bombardeos con drones denunciados por Amnistía Internacional y causantes de la muerte  de civiles.

      Otro de los focos terroristas señalados por Joe Biden, en su comparecencia  para justificar la salida de Afganistán, es Siria. Ahora bien, el memorandum descalificado de la Agencia Central de Inteligencia (DINA, por sus siglas en inglés) de 2012 confirma que la política exterior de EEUU en Oriente Medio ha sido, desde aquel pre-inicio de la Primavera Árabe en el que Bush II sentenció «Al-Assad debe irse», desmembrar y balcanizar Siria, al modelo de Irak. Y el teniente General Michael Flynn, antiguo director de la DINA, denunció que Washington hizo y mantuvo «una voluntaria decisión permitiendo el surgimiento del ISIS», es decir permitir un islam radical fundamentalista (wahaismo salafista), de raíz saudita, para derribar al nacionalismo árabe sirio (baazismo). La guerra de Siria ha sido (y es) atroz, devastadora del país y de la región (existen varios films).

    Y, como una pesadilla recurrente, tras los criminales y cobardes atentados de una rama  del ISIS en el aeropuerto de Kabú, donde han muerto civiles, talibanes y militares norteamericanos, EEUU acaba de bombardear con clones un objetivo en la provincia  afgana de Nangahar cumpliendo la promesa de Biden de que “los perseguiremos, los cazaremos y se lo haremos pagar”. 

     La historia pues continuará.

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De Afganistán a Somalia

En la película  danesa A war (2015), de  Tobias Lindholm, se plantean los problemas éticos de la guerra en Afganistán (y en otras por extensión). En una primera escena, al comandante Claus Pedersen le pregunta un soldado traumatizado por la guerra:<<¿Qué hacemos aquí?>> El comandante calla. Luego, en el intento de salvar la vida de uno de sus soldados, la decisión del comandante Pedersen de bombardear un objetivo no militar con el resultado de varios civiles afganos muertos, le conduce a ser juzgado en Oslo por crímenes de guerra -algo  impensable en la ficción o realidad norteamericana. Pedersen es absuelto por las declaraciones solidarias de sus camaradas, pero Lindholm en la última escena presenta al militar sentado en la terraza de su casa, libre, a solas en la noche con su conciencia y la del espectador, que recuerda a la patrulla danesa repartiendo chuchería a los niños afganos y se pregunta como el soldado: ¿Qué hacen allí los daneses realmente? Los soldados, mercenarios por un salario no sabrían responder…. (Bertolt Brecht hace una magnífica semblanza de soldado imperial de todos los tiempos a la vista del veterano que pedía limosna en el puerto de La Ciotat, despojo de mil batallas: “Ni siquiera su propia tierra les pertenece”, dice Brecht).  Tampoco  le pregunten a Ángela Merkel  quien, como si acabara de bajar de la Luna,  no comprende por qué no han logrado en Afganistán un sistema social y político después de 20 años de ocupación. Y eso que Joe Biden aclara que la razón que les  llevó a invadir el país no era crear una nación democrática sino la lucha contra el terrorismo, misión  que ya da por cumplida, y que EEUU no tiene intereses en Afganistán. Tal vez entonces se lo deban preguntar a los afganos. En todo caso, ahora estamos en la ayuda humanitaria, sacando de prisa y corriendo a los afganos colaboradores con las fuerzas ocupantes.

      Los focos de terrorismo, según  el presidente-emperador Joe Biden, están en otros escenarios. Por ejemplo, en Somalia. Y esto asombrará al lector con memoria. Aún recuerdo las imágenes que en diciembre de 1992 se ofrecían de Somalia con ocasión de  la visita de Bush I  al país africano, aquellas desmesuradas orejas en famélicos rostros de ojos asustados y narices afilándose para la muerte. El hambre  de la población somalí eran tan  visible, la guerra  civil y tribal  tan cruel, que en aquellos esqueletos vivientes también los huesos pugnaban  por exhibirse en un primer plano ante las cámaras.  Entre ellos, la delgadez de báscula y gimnasio del presidente norteamericano perdía relevancia. <<Es  maravillosa esta misión de  ayuda. Nos vamos, pero no vamos a dejar a los  buenos somalíes en la estacada>>, dijo el presiente saliente de EEUU a quien le habían colgado un collar de buganvillas de color naranja y púrpura.  EEUU lideró  una intervención humanitaria de la ONU y como escribió  Philippe Leymarie en las fechas de la visita del presidente norteamericano a Mogadiscio: <<Nacionalismo,  clanismo, islamismo y, a  veces, anti-occidentalismo: he aquí el suelo sobre el que los blindados de la Pax americana y sus aliados deben  maniobrar.  Cierto, la operación es ante todo  humanitaria y unisiense; pero el temor a que el contagio islámico se extienda, llegué  al Magreb, atenace a la Etiopía cristiana y amenace a Israel…  parece haber jugado un papel importante en las decisiones>>. A la intervención se la llamó  Devolver la Esperanza y creó la esperanza en aquellos depauperados seres del país africano. Semanas después Bush I cedió la presidencia a Clinton, pero las cosas se complicaron con el paso del tiempo  y ya no sabíamos si los somalíes que no querían la ayuda occidental eran buenos o malos hasta que el 26 de septiembre de 1993 una multitud arrastró en Mogadiscio  el cadáver mutilado de un soldado estadounidense y el general Aïdid,  de la tribu Hawiyé, hizo un llamamiento por radio para que el pueblo somalí siguiera “resistiendo al colonialismo”, y ya nos pareció que aquellas orejas recuperarían  su papel histórico de trofeos. Tras el alzamiento popular y aunque el Teniente General  Anthony Zinni, que dirigió la retirada de EEUU en 1995, declaró: <<Yo no cuento los cadáveres. Eso no me interesa>, según fuentes de la CIA, el ejército norteamericano sufrió, exactamente, 34 bajas y causó varios miles de muertos y heridos somalíes. Pero fue la mayor derrota de EEUU después de Vietnam.  El mismo general Zinni definió el “efecto Mogadiscio» como <<la necesidad de ser más prudentes cuando decidamos implicar nuestro ejército y el por qué, y tener una clara idea de lo que podemos hacer y no hacer y si es en nuestro interés, o si podemos disponer de los recursos que hagan posible los objetivos>>, (frontline/shows/ambush/interviews/zinni).

         Creo que esto suena un poco al presidente Biden abandonando Afganistán, a la pregunta: ¿qué hacemos allí? Sin embargo,  que Biden vuelva a centrar el terrorismo en Somalia, donde Amnistía Internacional no se cansa de denunciar la muerte de civiles por los recientes bombardeos estadounidenses con la utilización de drones ante el silencio de la comunidad internacional, es la constatación de que las invasiones mantienen engrasada la maquinaria armamentística que retroalimenta la ambición imperial  y que  el  término terrorismo debe ser redefinido.

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PD/ Dicho esto ( y más pudiera decirse), nuestra más rotunda condena al criminal y cobarde atentado terrorista en el aeropuerto de Kabul, perpetrado por el ISIS según todas las fuentes. Han fallecido civiles, talibanes y soldados norteamericanos. El presidente Biden ha prometido que no olvidarán, los buscarán y se lo harán pagar (al ISIS, se entiende). Antes de estos atentados, Biden en la conferencia de prensa en la casa Blanca para justificar la retirada de las tropas de Afganistán mencionó, tras Somalia, a Siria como otro de los focos de terrorismo.

Ahora bien, el memorandum descalificado de la Agencia Central de Inteligencia (DINA, por sus siglas en inglés) de 2012 confirma que la política exterior de EEUU en Oriente Medio ha sido, desde aquel inicio de la Primavera Árabe en el que que Bush II sentenció «Al-Assad debe irse», desmembrar y balcanizar Siria, al modelo de Irak. Y el teniente General Michael Flynn, antiguo director de la DINA y a la sazón Consejero de seguridad nacional de Donald Trump, denunció que Washington hizo y mantuvo «una voluntaria decisión permitiendo el surgimiento del ISIS», es decir permitir un islam radical fundamentalista (wahaismo salafista), de raíz saudita, para derribar al nacionalismo árabe sirio (baazismo). Rusia e Irán estaban en ese «Eje del Mal». Pero por esas fechas, Trump declaró al Wall Stret Journal que para derribar al Daesh (nombre peyorativo del ISIS) hay que luchar contra el Daesh y los rebeldes, no contra el régimen de Al-Asad. Y ahora Biden… ¿Hay mayor confusión en este calidoscopio? La guerra de Siria ha sido atroz, devastadora del país y de la región.

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