En mi modesta opinión, lo que le da su trascendencia a este descarnado enfrentamiento entre Casado y Ayuso no es solo los presuntos hechos de corrupción y espionaje para lograr el poder. Es decir los medios utilizados para los fines. Esto no es nuevo y la justicia deberá determinar la veracidad de las acusaciones. De igual modo, la ambición personal por un cargo público, legitima en tantos casos, muchas veces tampoco repara en los medios para lograrlo. La historia está llena de infamias.
Lo que yo creo que da trascendencia a esta pugna por el poder tiene que ver con dos visiones diferentes de una línea política a seguir con respecto a Vox. O, lo que lo mismo, qué PP quieren los dirigentes de este partido en función de los intereses de sus élites económicas y sociales y lo que creen que sería la oferta más votada por el electorado.
Una vez que se entendió que Vox podía representar un problema para la democracia se planteó dos estrategias: aislar al partido de ultraderecha o tratar de asimilarlo. La derecha nunca quiso aislarlo con un cordón sanitario, como se ha hecho en algún otro país democrático europeo, y el ascenso continúo de Vox ha hecho imposible asimilarlo: Vox ha crecido, ha volado por sí mismo y ya se ha hecho necesario para que el PP gobierne en varias Autonomías y Ayuntamientos. Con el resultado de las recientes elecciones a la Comunidad de Castilla-León, ya piden entrar en el gobierno con una vice-presidencia y varios procuradores y no ocultan sus esperanzas de llegar a la Moncloa y desbancar al PP como primera fuerza política de la derecha.
Creo yo que la pregunta en el PP es qué hacer. Aquí es donde hay que centrar el debate, aunque más bien parezca una trifulca en un patio de vecinos o una pelea de bandas callejeras. Desde aquella moción de censura donde Casado le espetó a Abascal: <<Hasta aquí hemos llegado… No somos como usted porque no queremos ser como usted>>, el presidente del PP ha optado por tenerlo como una muleta. Pero cuando la que fuera su portavoz en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, propuso un acercamiento a Vox para una reunificación de la derecha, fue destituida y cuando Díaz Ayuso ha sugerido algo parecido en Castilla-León se han lanzado todos los truenos con un renovado <<Hasta aquí hemos llegado>>. Así, pues, no solo propicia el enfrentamiento la ambición de Díaz Ayuso, cuyo éxito en Madrid le ha subido tanto a la cabeza como a las barbas de Casado y, si la dejan, quiere llegar a la Moncloa. Es que Vox se ha hecho imprescindible para el gobierno del PP, cuando no candidato a ocupar su espacio político. Es, pues, la radicalización o no de la derecha en este país lo que subyace. No es solo un problema del PP. O, como dice Núñez Feijóo: Se trata de qué alternancia ofrecer para un cambio de gobierno en España.
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