La igualdad en USA

Lo que pasa estos días en Minneapolis con el asesinato  de  George Floyd a manos de la policía saca a relucir los casos más sonados de racimo en USA. No voy a repetir yo aquí la interminable lista. Me detendré en el caso de Tryvon Martin, de 17 años, que  volvía desarmado  a su casa de comprar chucherías y el vigilante jurado  Zimmerman lo  vio con una capucha, se asustó y le pegó un tiro. Zimmerman  fue absuelto por un Jurado de blancos de Florida  aplicando la ley del “mantenerse firme” en una posición (stand on your ground) que te permite pegarle un tiro al más pintado con total impunidad, sobre todo si el blanco es un negro. Esto es interesante pues es un reflejo de la apropiación original. La ley está aún en vigor en 22 Estados de la Unión y  viene de cuando los colonos blancos ocupaban un territorio indio y, si un nativo se acercaba le cortaban la cabellera, no fuera que tuviera intención de reclamarlo como suyo. En 1755, según una ley del Parlamento de Massachusset, la recompensa era “por cada cabellera de indo macho… de cuarenta libras… y de cada mujer india o joven macho de menos de doce años que se matase… de veinte libras”. Hoy apenas quedan indios nativos, pero sí aumentan los negros y queda la costumbre.

Parloteo en el mercado

Sobre mi bicicleta,  entre el  agitar de banderas apropiadas que portaban manos enfervorecidas de oficiantes, daba gusto ver de nuevo el atasco de los coches por céntricas calles y plazas, el alegre ruido de los motores, la rítmica música de los claxon, el  perfume de la gasolina quemada y, ah, esa negra humareda que salía por los tubos de escape como incensarios luctuosos a un  dios supuestamente  llamado libertad. Observé que muchos de los vehículos eran de alta gama y algunos descapotables, cuyos propietarios aprovechaban la soleada mañana para lucirlos.  Aquello era como una orgía nacionalista y olía  a “victoria”, que diría el militar yanqui de Apocalisis  now  al olor del napal sobre la jungla de Vietnam.  ¡Dimisión! y ¡Libertad! eran los gritos más coreados.

-Muy irónico, sí señor. Pero de usted se espera más –me dijo Jacinta.

-Pues le añadiré que es una minoría muy ideologizada y que está en su derecho en el uso de la  libertad de manifestación.

Concurso literario en segundo grado

(Único Acto)

 

Un bar. Pepe, Darío, Jaime, Amador, Maite y Pablo alrededor de una mesa. Entran Carlos y Nuño. (Todos personajes en clave).

 

 Nuño:

Aquí traigo al muerto.

 (Risas y aplausos)

Pepe:

¿Entonces  es verdad?

Nuño:

¡Qué si lo es!  Landero le creía muerto. ¡Muerto, nene!

Darío:

Ahora se comprende todo. ¿Cómo iba a publicar si estaba muerto?

Jaime

No le des excusas. Está acabado.

Carlos (defensivo):

Mi pluma escribió. A Luis Landero le descubrí el tema de su arte, el afán de ser. Son quijotescos sus personajes. En Juegos de la edad tardía se lee este diálogo:“

“-Hijo mío, ¿no quieres ser sacerdote? –le preguntó a Gregorio la madre.

-¡Nunca! – aulló el abuelo-. ¡Por lo menos santo! ¡O Papa!

-Yo quiero ser toro, santo toro.

-Pues toros serás -dijo el abuelo-. Es un crimen quitarle a un niño la ambición. ¡Toro! ¡Qué gran afán!”.

(Carcajadas)

 Pepe:

He leído unas declaraciones de Landero en las que dice que no quiere que le tomen por cervantino.

 Carlos:

Es posible. Pero en 2005 yo lo presenté como tal y no protestó.

Jaime (burlón):

Ya hace años.

Nuño (conciliador):

Señores, certifico que Luis Landero conocía a Carlos y le estimaba. Le ha escrito en la dedicatoria del libro que acaba de presentar: “A Carlos con todo mi cariño. ¡¡Y muchas más cosas!!” ¡Con dos exclamaciones, eh!

Pablo (a Jaime):

¿Y tú, qué puedes decir tú?

Condolencias

Tal vez coincidí con Julio Anguita en la Escuela de Magisterio de Córdoba a principios de los ´60, pero solo hace un par de años me crucé con él  en el portalito de la Sociedad de Plateros de la calle Romero Barros. <<¿Es usted Julio Anguita?>>, le pregunté cuando él salía y yo entraba.  <<Sí, dígame>>, me respondió volviéndose  amablemente  ya traspasado el dintel de la puerta.  Unas personas se interponían. <<¡Suerte!>>, le deseé.  <<¡¿Suerte?!>>, exclamó. Su tono era de cierta perplejidad. La verdad es que no se me ocurrió otra cosa.  Podía haberme acercado a él y estrecharle la mano y elogiarle su figura política y personalidad, su fiel  compromiso con los valores del socialismo democrático y su honestidad, algo, en fin, que  reflejara la admiración y respeto que sentía por él, pero solo me salió desearle suerte.  Hoy quisiera decirle que durante muchos años le he dado vueltas a las declaraciones que  hizo en su día de que “no entendía que con un millón de parados no se le votara a Izquierda Unida”, y que yo aún sigo sin entenderlo. No es fácil este país.  Que en paz descanse.

Hombres, construid humanidad

Las calles están vacías, pero se oye el ruido del pensamiento de los hombres confinados, se hacen predicciones sobre el futuro, y no faltan las plegarias.  El deseo más piadoso que he escuchado estos días es el de Carmen Calvo,  vicepresidenta del gobierno, quejándose de que “falta  humanidad”.  Por ahí se empieza: tener conciencia de lo humano y que el mundo no es todo lo humano que debiera y pudiera ser. Aplaudámosla. Lo común es que el hombre sea un lobo para el hombre.  No hay especie más destructora que el hombre, incluso para sus congéneres. Desde su evolución del homo erectus al sapiens sapiens, tomado en grupo puede ser peor que una jauría o una manada de lobos hambrientos. No hay más que darle un repaso a la historia y recordar, en el 75 aniversario de su derrota, al  homo demoniacus nazis enajenado de lo humano que consideraba a los judíos como seres sub-humanos. Y poco más atrás, para los blancos esclavistas el negro no tenía alma y era utilizado como bestias. ¿O cómo definir hoy a los millones de seres que viven en condiciones infrahumanas en los cuatro rincones del mundo? Y, sin embargo, lo humano es lo mejor del hombre: el animal superado. Nuestra cultura lo magnifica en la dualidad del Ecce Homo: el hombre divinizado. Lo humano es el ideal que anida en el hombre, en su conciencia, la aspiración que le eleva sobre su naturaleza animal: su humanidad.  La Humanidad es una idea grandiosa que se basa en la solidaridad, la ausencia de egoísmo, el amor, en beneficio de todos y para todos. Si el hombre es “esa cosa  oscura y difusa” que decía Kant, si el hombre está siempre por hacerse, hagámoslo humano en un mundo humano.

Teoría y praxis

(Resumen del artículo anterior)

Oiga, ¿no nos dicen los marxistas ortodoxos que el sistema caerá por sus propias contradicciones? ¿Y a qué espera con la que está cayendo?

Esa interpelación me sentó a leer y di con el El orden de El Capital de Carlos Fernández Lira y Luis Alegre Zahonero, quienes mantienen que, en la relación capital-trabajo del sistema capitalista, una intensificación cuantitativa no tiene por qué acabar por producir un salto cualitativo a otro modo de producción, es  decir, al afirmarse el sistema hasta sus  últimas consecuencia no tiene por  qué, inevitable y dialécticamente,  “negarse en una negación” (Hegel). No, porque Marx, según estos autores (si yo les leí bien), en El capital  no habla de esa contradicción que se produciría entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, no habla del acontecer histórico y el fin de un ciclo, sino del carácter necesariamente cíclico del modo de producción capitalista. O lo que viene a ser igual, del análisis de Marx no se deduce una tendencia a la superación de la contradicción, sino acaso a su perpetuación. ¡Vaya!, exclamé.

Y, comoquiera que El orden de El Capital fue galardonado con el Premio Libertador al Pensamiento Crítico, 2010, otorgado por el Ministerio de Cultura de Venezuela, Luis Alegre Zahonero fue uno de los ponentes de la fundación de Podemos y Carlos Fernández Lira ligado orgánicamente al partido, de aquí mi mosqueo. ¿Estará Pablo Iglesias al tanto de esta lectura de Marx y la supuesta agenda oculta para  instaurar el comunismo no es más que el cínico deseo de la derecha de colar su propia agenda neoliberal?

No obstante, habría que apostillar que Marx en El capital sí teoriza en sentido contrario cuando dice: “… Este tipo de producción [el capitalista] no es un régimen absoluto, sino un régimen puramente histórico, un sistema de producción que corresponde a una cierta época limitada de desarrollo de las condiciones materiales de producción”. Y más adelante, hablando de la disminución de la cuota de ganancia: “[Por la creciente acumulación de capital], la contradicción, entre el poder social general en que el capital se convierte y el poder privado del capitalista individual sobre estas condiciones sociales de producción,… lleva consigo la formación de las condiciones de producción necesarias para llegar a otras condiciones de producción colectivas, sociales.” Es decir, superación de la contradicción y cambio de régimen.  ¡Vaya lío, ¿no?

Luego está el día a día después del coronavirus. O como acaba de lamentarse la presidenta dela Comunidad de Madrid: <<¿Qué hago yo con un millón de parados muertos de hambre para mantener el orden público?>>, que recuerda, en pura posguerra, aquel terrible verso de Dámaso Alonso en Hijos de la ira (1944): “Madrid es más de un millón de cadáveres según las últimas estadísticas”. Pues, señora, o le da de comer el Estado, que es lo que está intentando hacer el Gobierno, o llama a “los grises”. A mí, y usted perdone, no se me ocurre otra solución de momento.

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